Punta Galera recibe su nombre de las galeras que llegaban a esta antigua cantera. Está formada por un conjunto de rocas naturales que se suceden unas sobre las otras a diferentes alturas y que finalizan en el mar. Está muy cerca de cala Salada y, junto a ella, forman uno de los paisajes más bellos de la isla de Ibiza. En concreto se trata de un tramo de rocas lisas superpuestas en las que podrás extender tu toalla y tomar el sol tranquilamente.
Debido a su difícil acceso (no hay señalización en la carretera) y a que deberás andar un tramo por las rocas antes de llegar a ella, mantiene ese carácter privado y poco masificado que ya pocas calas poseen. Gracias a esta peculiaridad, es uno de los lugares nudistas por excelencia de Ibiza.
Bien es cierto que, por lo general, las reducidas dimensiones de Punta Galera hacen que, finalmente termine llenándose de gente. No obstante, es un lugar silencioso y tranquilo incluso en pleno verano.
Meterse en el agua es relativamente fácil, basta con que te tires sin miedo. La profundidad es suficiente para no lastimarte, es más, la claridad del agua hace que veas bien el fondo. Para salir tendrás que estar un poco más atento y ver por dónde te resulta más sencillo. No sufras, siempre encontrarás algún sitio por donde hacerlo ayudándote de las rocas. No olvides tus gafas de bucear y, si tienes, llévate las aletas. El fondo marino de Punta Galera, compuesto por rocas, vegetación y pequeños tramos de arena es muy rico en fauna.
Punta Galera posee una magia especial. Muchos son los que lo saben y acuden hasta allí para practicar yoga o meditar. Es un lugar de fuertes energías que, al caer la tarde, regala una de las mejores puestas de sol que podrás contemplar en Ibiza.
No existe parking como tal, pero verás un muro blanco que te guiará para saber dónde puedes dejar tu coche (¡si tienes un 4×4 has triunfado!).
Por sus características no es una playa apropiada para los niños, además de por las condiciones citadas anteriormente, porque no cuenta con ninguna clase de servicio. Ni chiringuitos, ni sombrillas… nada. Así que lleva lo que necesites para tu día, ten en cuenta que el sol aprieta con fuerza.
Una curiosidad
Antes existía “el morador de la cueva”, un hombre que cuidaba del entorno y sacaba una cabeza de Buda que rodeaba de piedrecitas en columnas a modo de altar. Ya no está, pero la gente sigue colocando las piedras una encima de las otras.